Un grano de mostaza, Josefa Mireles
Esa era yo, terminé en un hospital para enfermos mentales debido a una inconsolable depresión. El peor día para mí era el presente y los días venideros eran mi pánico. Pero uno de esos días fue diferente. Estando yo recostada en mi cama me sentí bien cansada, de repente tuve una visión, y dentro de esa visión fui llevada hacia otro lugar desconocido para mí, asustada, me sentí desesperada por salir de ese lugar; fue entonces cuando un mensajero de Dios, tomándome de la mano, me levantó y dijo con la más bella de las sonrisas: “No temas, pues no es aquí donde perteneces, permíteme enseñarte un lugar”. Pasamos juntos y vimos desde arriba una hermosa tierra que daba la sensación de paz, como lo sería un paraíso, había unas cuantas personas quienes recogían de aquellos verdes y coloridos frutos. ¿Es aquí donde yo pertenezco? Le pregunté al mensajero y me respondió: “No, tú vivirás en el Reino de Dios”.
Me dio un beso en la frente que llenó mi alma de gozo; un gozo que le ha dado la bienvenida a mi nuevo nacimiento. Desde aquel momento he estado escribiendo cantos y poemas, mientras pongo mi corazón para aprender de El Señor que me rescató. A veces me responde y otras veces nuevas visiones me enseña. Yo fui bautizada en el Río Jordán de Israel, asimismo como lo hiciere mi Señor Cristo Jesús, y mis pecados, culpas y angustias fueron lavados de mí; pero no por el Río, sino por la sangre derramada en la cruz donde Dios envió a su Hijo a morir, para que yo viva. Yo estoy segura que mi Señor Jesús hizo morada para mí en su Reino; El me lo prometió y yo Le he creído.